ATENDER AL SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS

Un hombre vino a verme. Por la forma en que acudió pude ver que era totalmente indiferente a mí. Era muy claro, era evidente. No fluía hacia mí, su ser no fluía. Era un pozo de energía estancada.

Me quedé sorprendido. Me preguntaba por qué había acudido a mí. Y entonces él empezó a hablar de Dios. La palabra «Dios» no tenía ninguna fuerza en sus labios. Era vana. Hablaba en un lenguaje que no sabía emplear. Permanecí a la espera porque debía de haber algo tras esas palabras sobre Dios. El decía, «Quiero vivir a Dios y quiero realizarme a mí mismo». Pero por la forma en que lo estaba diciendo y el modo en que se expresaba estaba absolutamente claro que él no había venido por eso. Puede que simplemente se expresara así para mostrarse cortés conmigo o para poder comenzar un diálogo.

Y luego, poco a poco, siguió diciendo, «Un día vendré y también me haré sanyasin».

De modo que le dije, «Si has venido y si eres un buscador y quieres realizar a Dios, ¿por qué perder más el tiempo? Ya basta con el que has perdido». Debía de andar casi por los sesenta y cinco. El dijo, «Eso es cierto, pero ahora estoy metido en elecciones». Había unas elecciones en aquel entonces, por eso dijo, «He venido para que me des tus bendiciones». Yo le dije, «Entonces ¿por qué pierdes el tiempo hablando de Dios, hablando del alma, hablando de meditación?» . .

Los hindúes son muy duchos en esos temas; por pura tradición han aprendido ese modo de expresarse: Esas expresiones están. en el aire y ellos las han cogido, pero no están enraizadas en su ser; solamente flotan en sus mentes. Esas palabras existen en ellos sin raìz alguna, sin contacto con ellos.

Le dije, «¿Por qué pierdes el tiempo hablando de Dios y del alma? Lo tenias que haber dicho al principio». El se sintió algo confundido y yo le dije, «Me he estado preguntando desde un principio porqué habías acudido a mi; porqué viniste a mí, pero realmente no viniste a mi. Hablabas fuerte y alto. Estabas ahí sentado y aun así no estabas sentado aquí y yo podía ver que tu presencia era falsa, solamente era física. Y podía observar en ti al político. De hecho hablabas de Dios como una estrategia política. Esa era tu política

Esos son los que dicen, «La honestidad es la mejor inversiòn». Incluso a la honestidad la han de convertir en algo en lo que se invierte. Invertir quiere decir polìtica. «Vale la pena ser honesto»; dicen. Asì la honestidad se convierte en un útil instrumento para ganar más dinero, para adquirir más prestigio, para ser más respetable, pero ¿cómo puede ser la "honestidad una inversión? El decir esas cosas, el que la honestidad es la mejor inversión, es una profanación: Es como decir que Dios es la mejor inversión, o que la meditaciones la mejor inversión o que el amor es el mejor seguro.

Su lenguaje es el del tener, puedes emplear a Dios y a la meditación y a muchas cosas, pero sólo serán vestimentas, máscaras y tras ellas habrá algo escondido.

«Temo que son malas noticias»; "le dijo el médico al marido de una esposa regañona. «A tu esposa solamente le quedan unas pocas horas de vida. Espero que comprendas que ya no se puede hacer nada más. ¡No sufras por eso!», «De acuerdo, doctor», le dijo el marido, «¡He estado sufriendo durante tantos años que ahora puedo sufrir unas cuantas horas más!»

La gente emplea lenguajes diferentes. Aunque empleen las mismas palabras no las emplean con el mismo significado. Atiende al significado y no a las palabras. Si atiendes a las palabras nunca comprenderás a la gente. Atiende al significado. El significado es algo totalmente distinto.

La mujer domadora tenía a sus fieras perfectamente controladas. Cuando se lo ordenaba, el león más fiero acudía mansamente a ella para tomar un terrón de azúcar de su boca. Todo la gente se maravillaba, todos excepto uno: Mulla Nasrudin.

«Cualquiera es capaz de hacer esto», gritó desde donde estaba.

“¿Quién dice que se atreve?», contestó el director con sorna.

«Sin ninguna duda soy capaz de hacer lo que hace el león», replicó Nasrudin.

Siempre que escuches algo, atiende al significado. Siempre que escuches a una persona, atiende al conjunto de su personalidad e inmediatamente serás capaz de ver si la persona vive en la dimensión del tener o en la dimensión del ser.

Y eso te será de mucha ayuda en tu crecimiento interior y a la hora de cambiar de mecanismos. Observa a la gente. Es más fácil observar al principio a la gente que observarte a ti porque la gente es algo más objetivo y hay una cierta distancia entre tú y los demás. Y puedes ser más objetivo con la gente porque no te sientes implicado con ellos. Tan sólo observa. Tómalo por costumbre.

Buda solía decir a sus discípulos, «Observad a todo aquél que pase junto a vosotros; al ir por la calle, observad a la gente. Observad qué es lo que está sucediendo exactamente. No atendáis a lo que dicen porque son muy astutos, se han vuelto muy hábiles con el engaño. Cuando alguien diga algo, observa su cara, sus ojos, su ser, sus gestos y simplemente te sorprenderás de ver cómo, hasta ahora, vivías de palabras. Puede que alguien te esté diciendo, «Te quiero» y que sus ojos lo estén negando claramente. Puede que alguien sonría con su boca y que sus ojos te estén despreciando, te estén rechazando. Puede que uno te diga «Hola» y te tienda la mano y todo su ser te esté condenando.

Atiende al lenguaje del cuerpo, al lenguaje de los gestos, al lenguaje oculto tras el lenguaje. Atiende a su significado y date cuenta primero de esto con los demás. Convierte a todo aquél que se te acerque en un experimento de atención. Luego, paso a paso, iras siendo capaz de observarte a ti mismo. Entonces vuelca la totalidad de lo que vivas sobre ti, entonces haz lo mismo contigo. Cuando digas a alguien, «Te amo», atiende a lo que verdaderamente estás diciendo; no a las palabras. Las palabras casi siempre son huecas.

El lenguaje es muy engañoso y puede decorar las cosas de tal manera que el envoltorio se convierta en algo muy importante y pierdas de vista el contenido. La gente se ha sofisticado mucho con relación a lo que es superficial, pero su centro interior permanece casi como estaba. Atiende al centro de la circunferencia: Profundiza en las palabras.

Primero has de observar a los demás, luego obsérvate a ti mismo. Y entonces, poco a poco, descubrirás que hay ciertos instantes en los que tú también penetras en la dimensión del ser. Esos instantes son instantes de belleza, los momentos de felicidad. En realidad siempre que veas que eres muy feliz, habrás contactado con esa dimensión del ser porque no es posible otra clase de felicidad. 

Pero si no le prestas suficiente atención, puede que te equivoques. Estás sentado junto a la mujer que amas, o con el hombre al que amas o con un amigo y, de repente sientes que un profundo bienestar surge en ti, una profunda alegría sin razón alguna, sin causa visible. Irradias felicidad. Entonces empiezas a buscar su origen en el exterior. Piensas que puede que sea por causa de la mujer que está contigo a tu lado y que tanto te quiere. O debido a que te has encontrado al amigo después de tantos años. O debido a que la luna llena es, tan hermosa. Empiezas buscar las causas. 

Pero aquellos que se han mantenido alerta atendiendo a su corazón, a sus significados auténticos, no buscarán las causas en el exterior; mirarán en su interior. Ellos están en contacto con su ser. Puede que la mujer a la que amas haya funcionado como un trampolín, que haya provocado la situación y que tú te lanzases a tu propio interior.

Lo difícil es saltar hacia el propio interior cuando existe cierto antagonismo en el exterior. Cuando esto sucede te ves obligado a mantenerte en el exterior. Cuando alguien te ama puedes abandonar todas tus medidas defensivas, todas tus estrategias, puedes abandonar toda tu política, puedes abandonar toda tu diplomacia. Cuando alguien te ama, puedes ser vulnerable, eres capaz de confiar en que él o ella no sacara partido de su posición, en que podrás mantenerte sin defensas y nadie te va a matar ni a aplastar, de que puedes quedarte sin protecciones y que la presencia de tu amigo será tranquilizadora, no te envenenará. Siempre que se dé una situación en que puedas retirar tus defensas y abandonar tus estrategias y tus armaduras, te encontrarás repentinamente en contacto con tu ser, te habrás movido desde la dimensión del tener a la dimensión del ser. Siempre que sucede, surge la felicidad, surge la alegría, surge el regocijo. Aunque sea solamente por un segundo, de repente las puertas del cielo se abren. Pero una y otra vez pasas de largo porque no estás atento. Sucede sólo accidentalmente. 

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