VALORAR LA VIDA

Una vez me encontré con un libro sobre meditación escrito por un monje jaina. Era realmente bonito, pero había algunos pasajes en los que podía ver claramente que aquel hombre nunca había meditado, pues si no, esos pasajes no estarían allí. Pero eran pocos y escasos. El libro en su conjunto, casi en el noventa y nueve por ciento, era perfecto. Me gustaba el libro.

Luego me olvidé de él. Durante diez años viajé por todo el país. Una vez en un pueblo del Rajastán, ese santo vino a verme. Su nombre me resultó familiar y de repente me acordé del libro. Pregunté al santo que porqué había acudido a mí. Me contestó, «He venido para conocer lo que es la meditación». Yo le dije, «Me acuerdo de tu libro. Me acuerdo muy bien porque me impresionó grandemente. Excepto por unos pocos defectos que delataban que tú nunca habías meditado, el libro estaba perfectamente bien, en un noventa y nueve por ciento bien. Y ahora vienes aquí para aprender sobre la meditación. ¿No has meditado nunca?»

Me miró con cierto embarazo porque sus discípulos estaban también presentes. Le dije, «Sé franco, porque si me contestas que sabes lo que es meditación, entonces no hablaré de ella. ¡Se acabó! No hay porqué. Si me dices con franqueza - al menos sé franco por una vez - Si me dices con franqueza que nunca has meditado, solamente entonces te conduciré a la meditación». Era un chantaje, por eso tuvo que confesar. Dijo, «Sí, nunca se lo he dicho a nadie. He leído muchos libros sobre meditación y todos los textos antiguos. Y he estado enseñando a la gente, por eso me siento avergonzado ante mis discípulos. He estado enseñando meditación a miles y he escrito libros sobre ello, pero yo nunca he meditado».

De eso es de lo que trata la meditación. Del estar en un espacio donde el lenguaje no interfiera, donde los conceptos aprendidos no se interpongan entre tú y lo real.

Cuando ames a una mujer, no te preocupes por lo que los demás han dicho sobre el amor, porque esto se convertirá en una interferencia. Amas a una mujer, el amor está ahí, olvídate de todo lo que has aprendido sobre el amor. Olvídate de todos los Kinseys, de los Masters y los Johnsons, olvídate de los Freuds y de los Jungs. Por favor, no te conviertas en un profesor de lengua. Simplemente ama a la mujer y deja que el amor exista y deja que el amor te muestre sus más recónditos secretos, sus misterios. Entonces serás capaz de saber lo que es el amor.

Y lo que los demás digan sobre la meditación carece de sentido. 

Puedes escribir libros sobre meditación y no descubrir nunca el espacio que supone el meditar. Puedes volverte altamente eficiente verbalizando, puedes ser muy ducho en abstracciones, en argumentaciones intelectuales y puedes olvidarte completamente de que todo el tiempo en que has estado envuelto en esas actividades intelectuales ha sido un puro desperdicio.
Le pregunté al viejo, «¿Durante cuánto tiempo has estado interesado en la meditación?» El contestó, «Durante toda mi vida». Tenía casi setenta años. Me dijo, «Cuando tenía veinte años tomé sanyas, me convertí en un monje jaina y durante esos cincuenta años siguientes he estado leyendo, leyendo y pensando en el meditar». ¡Cincuenta años de leer y pensar y escribir sobre meditación, incluso introduciendo a la gente en la meditación, y ni una sola vez había probado lo que es la meditación!

Pero ese es el caso de millones de personas. Hablan del amor, conocen toda la poesía que existe sobre el amor, pero nunca han amado. O incluso aunque piensen que estuvieron alguna vez enamorados, nunca se enamoraron. Eso también fue algo «cerebral», no fue del corazón. La gente vive y sigue perdiéndose la vida. Se necesita valor. Se necesita valor para ser realista, se necesita coraje para ir con la vida dondequiera que te lleve porque los caminos no están cartografiados, porque no existen mapas. Uno ha de penetrar en lo desconocido.

La vida solamente puede ser entendida si estás dispuesto a penetrar en lo desconocido. Si te apegas a lo que conoces te aferras a la mente y la mente no es la vida. La vida es no-mental, no es intelectual, porque la vida es total. Tu totalidad ha de estar plenamente implicada; no puedes únicamente pensar sobre ello. Pensar sobre la vida, no es vivir. Cuidado con eso. Uno piensa y piensa. Hay gente que piensa en Dios; hay gente que piensa en la vida, hay gente que piensa en el amor, hay gente que piensa en esto y en lo otro.

Mulla Nasrudin se había vuelto muy viejo y acudió a su médico. Parecía estar muy débil y el médico le dijo, «Solamente te puedo decir una cosa: Tendrás que reducir tu vida marital a la mitad».

El Mulla dijo, «De acuerdo. ¿A qué mitad? ¿A la de pensar en ella o a la de hablar de ella?»

Eso es todo. No te conviertas en un profesor de lengua, no te conviertas en un loro. Los loros son profesores de lengua. Viven de palabras, de conceptos, de teorías, de teologías y la vida sigue transcurriendo, escapandoseles de sus manos. Entonces un día, de improviso, se asustan de la muerte. Cuando una persona teme a la muerte, da por seguro que esta persona se ha perdido la vida. Si no se hubiera perdido la vida, no tendría temor a la muerte. Si la persona ha vivido la vida, estará dispuesto a vivir también la muerte. Estará casi encantado del acontecimiento que supone morir.

Cuando Sócrates se estaba muriendo se encontraba tan a gusto que sus discípulos casi no lo podían creer, no podían comprender cómo podía sentirse tan feliz de morir. Un discípulo, Credo, le preguntó, «¿Por qué parece que estás tan feliz? Nosotros lloramos y estamos tristes». Sócrates le dijo, «¿Por qué no debería estar feliz? He conocido lo que es la vida y ahora me gustaría conocer lo que es la muerte. Estoy a las puertas de un gran misterio y estoy emocionado. Voy a empezar un gran viaje por lo desconocido. ¡Simplemente estoy expectante! ¡No puedo esperar!» Y recuerda, Sócrates no era un hombre religioso, Sócrates no era en modo alguno un creyente.

Alguien le preguntó, «¿Tienes la certeza de que el alma sobrevivirá a la muerte?» Sócrates le contestó, «No lo sé».

El decir, «No lo sé», requiere el mayor valor del mundo. Es muy difícil para un profesor de lengua el decir «No lo sé». Es difícil para los loros. Sócrates fue un hombre muy sincero y honesto. El dijo, «No lo sé».

Entonces el discípulo le preguntó, «Entonces, ¿por qué te sientes tan feliz? Si el alma no sobrevive, entonces...» Sócrates dijo, «He de verlo. Si sobrevivo no tengo por qué tener miedo. Si no sobrevivo, ¿cómo podré tener miedo? Si no sobrevivo, no sobrevivo así que, ¿dónde está el miedo? No hay nadie ahí, de modo que no puede haber miedo. Si sobrevivo, sobrevivo. No hay por qué tener miedo. Pero no sé exactamente qué es lo que va a suceder. Por eso estoy tan expectante y dispuesto a averiguarlo. No lo sé».

Para mí, así es como un hombre religioso debería ser. Un hombre religioso no es un cristiano, un hindú o un budista o un musulmán. Todos esos son solo modos de conocimiento. Un cristiano dice, «Yo sé». Y su saber proviene de los dogmas cristianos. El hindú dice, «Yo también sé», y su saber proviene de los Vedas y de los Gitas y de sus dogmas. Y un hindú está en contra del cristiano porque afirma, «Si yo estoy en lo cierto, tu no puedes estarlo. Si tú estás en lo cierto, entonces yo me equivoco». De modo que surge una gran disputa y discusión y debates y conflictos innecesarios. 

Un hombre religioso, un hombre verdaderamente religioso - no esa gente a la que llamas religiosa - es uno que dice, «yo no sé». Cuando dices, «Yo no sé», estás abierto, estás dispuesto a aprender. Cuando dices: «Yo no sé», no tienes prejuicios en favor de esto o en contra de lo otro, no posees creencias y no posees conocimiento alguno. Solamente posees consciencia. Dices, «Soy consciente y veré qué sucede. No acarrearé con ningún dogma del pasado». 

Esta es la actitud de un discípulo, la actitud de uno que desea aprender. Y disciplina quiere decir simplemente: aprender. Un discípulo quiere decir uno que aprende, uno que está dispuesto a aprender, y disciplina quiere decir aprendizaje. No estoy aquí parar impartirte dogmas, no te estoy impartiendo conocimiento alguno. Simplemente te estoy ayudando a ver lo que hay que ver. Vive tu vida a cualquier precio. Has de estar dispuesto a jugártela.

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