DESPERTAR

Despertar es posible en un momento; en ese momento, uno puede estallar en la Divinidad: eso es posible, pero difícilmente sucede. Uno ha luchado en continuas vidas, porque el problema es arduo y uno no puede despertarse a sí mismo. Lo presentaré en imagen; si uno está dormido en la mañana, existen todas las posibilidades de que uno sueñe que está despierto, aunque no lo esté.

Un grupo de personas decide colectivamente hacer un esfuerzo. Entonces hay mayor posibilidad de que se interrumpa el sueño; despertar es realmente acción de un grupo, y aunque puede suceder individualmente, pues todo individuo es capaz de ello, es muy difícil.

El trabajo real es diferente; nosotros nunca trabajamos a nuestra capacidad máxima, es decir, más allá de un diez por ciento de nuestra mente. El noventa por ciento permanece como potencialidad. Nunca entra en acción.

No hay diferencia en tus sueños si estás despierto o no: continúan interiormente. La conciencia de vigilia que tenemos, es sólo superficial. Interiormente soñamos, y eso continúa.

Dos cosas pueden llevarse a cabo: el posible trabajo individual o el necesario trabajo de grupo. 

Buda creó una Orden, también Mahavir. Sus Órdenes fueron realmente un fenómeno notable: se llamaron sannyasins, Ordenes de Sannyasins. Interiormente hacían un trabajo de grupo, que continúa por vidas. Por ejemplo, hay aún personas vivas del grupo budista de Sannyasins y existe un entendimiento interior, un juramento interno, una promesa al grupo: cualquiera que despierte realizará el mayor esfuerzo para lograrlo también en otros, particularmente el despertar de aquellos que pertenecen al grupo.

¿Por qué a aquellos que pertenecen al grupo? Porque cada escuela tiene una técnica particular. Si tú la tuviste en tus vidas anteriores más fácilmente trabajarás con ella en esta vida. 

Por ejemplo, el aspecto intelectual para los principiantes. Quienes han trabajado en sus pasadas vidas con una técnica particular, no necesitarán ahora ese trabajo intelectual. Se les transmite la técnica y empiezan.

No habrá nivel intelectual entonces; no preguntarán superficialidades. No existirá la curiosidad, esa curiosidad que toma mucho tiempo y mucha energía. Uno puede, pues, trabajar con principiantes si tiene muchas vidas por delante. Pero si no, ha de dedicarse a los antiguos, a los que de algún modo están en la orilla. Ya no necesitan del intelecto o de la filosofía; ya no les inquietan preguntas superficiales: penetran directamente en la hondura.

El antiguo requerimiento de tener fe, es realmente un truco: simplemente permite distinguir entre los antiguos y los nuevos. Con éstos la fe es imposible; la duda es lo que existe. En cambio con los antiguos, la fe es posible asì como imposible la duda.

Así, pues, la fe es sólo una técnica, un ardid para escoger entre ellos y conocer a quienes se puede dar más trabajo en menos tiempo. No hay, en verdad, diferencia esencial entre unos y otros: sólo que aquellos que tienen fe ya trabajaron anteriormente, ya fue satisfecha la curiosidad intelectual, ya cruzaron el umbral, no han entrado recientemente en la escuela.

Así, preguntar si tienen fe, es inquirir: "¿Has trabajado ya en tus vidas pasadas?". Si es así puedes tener fe; de otra manera no. En el mundo de hoy, la duda parece ser lo más prominente; la fe es muy difícil. No es que la mente humana haya cambiado; la razón es que las viejas tradiciones rápidamente están decreciendo.

Realmente, desde Nanak no ha habido nuevas tradiciones; todas las religiones han envejecido, se han gastado: el río más se estrecha cada vez.

A cada nuevo día menos personas siguen la tradición. Veinticinco siglos han transcurrido desde Buda; casi todos aquellos que estuvieron vinculados con el Maestro vivo, se han liberado; y quienes quedan, son realmente de la tercera categoría.

¡Han tenido veinticinco siglos de trabajo en común! Toda la tradición y toda la continuidad son, en cierto modo, muy viejas ahora, por eso la fe es menor. ¡Había tantas tradiciones vivas y tantas personas que laboraron en sus vidas pasadas! La fe era la raíz de cada una; la duda era difícil.

Si tú me preguntas, yo estoy haciendo muchas cosas: una trabajar por aquellos que, de algún modo, han estado vinculados conmigo, y hay muchos; otra, crear la nueva continuidad que viviremos en los días por venir, pues ningún pensamiento viejo es útil ahora.

Y finalmente, puesto que no me gustará apartar a nadie de su propia continuidad, porque si nosotros no podemos liberar a un hombre de una larga tradición de veinticinco siglos, es inútil cambiarlo ahora, tratar que profundice su propia tradición; que la reviva, la ahonde: será otra continuidad de lo antiguo.

Pero primero, yo he estado laborando para los nuevos, pues mi énfasis estaba en la duda. Siempre estaré relacionado con ella, porque solamente a través de la duda se puede atraer a uno nuevo, nunca a través de la fe. La fe atrae al antiguo que empezó en sus vidas pasadas. Mi énfasis ha estado en la duda, sólo porque yo he de trabajar para una nueva tradición que viva.

Ahora mi énfasis será la fe, donde no hay contradicción. Esto es solamente un cambio de inicio; nada más. Cuando me movía en la duda, nadie se acercó. Ahora me moveré en la fe. En pos de aquellos con quienes estuve vinculado en el pasado. No habrá dificultad porque no profundizamos nada. No podemos profundizar.

Hay niveles: cuando digo duda, cuando digo fe, hay contradicción. Pero sólo en la etiqueta, sólo en diferentes palabras. Cualquier cosa que haya hecho va a continuar, y mi énfasis favorecerá a aquellos qué han hecho algo. He ahí el por què de èsta Orden de Sannyas: con duda no puede crearse.

Cuando hay duda., uno puede "'estar solo, pero nunca trabajar en grupo. Con una técnica de duda, nunca podrías estar en un grupo ¡nunca!". Las dudas te convierten en isla, pero cuando tú te vuelves un continente, te has unido a otros: entonces no hay separación y trabajas en unión.

En lo que concierne al hombre, él es tan débil que no puede depender de sí mismo individualmente; no puede hacer nada, sólo engañarse. Así, si tenemos que trabajar con individuos, hemos de crear ayudas mecánicas. Por ejemplo, tú estás dormido, y nadie va a despertarte: necesitas un reloj despertador, he ahí el invento mecánico para ayudarte. Pero ningún invento mecánico será útil por mucho tiempo, porque te acostumbrarás a él.

Y pronto no perturbará tu sueño, más bien será más profundo; pues el funcionamiento de la mente es tal que cambiará la alarma del despertador en un símbolo onírico y lo interpretarás de diferentes modos: no habrá discontinuidad en el sueño; simplemente crearás un sueño en el que la alarma sea parte de él, no irá en contra del sueño sino será parte suya.

He tratado con muchas personas individualmente; les he facilitado mecanismos pero se acostumbraron a ellos y ha surgido una nueva falacia. La más grande falacia de la espiritualidad es soñar que se está despierto. He ahí la más terrible y la más peligrosa de las enfermedades: continuar nuestro sueño y soñar que hemos despertado. Entonces no hay necesidad de nada, y tú estás solo en tu sueño. 

Mi énfasis está en el trabajo de grupo. Ya que si uno despierta aunque sea por un solo momento, puede crear una conmoción para los demás: puede sacudirte.

Cuando sientas, incluso, por un segundo siquiera, la conciencia abriéndose en ti. ¡Ayuda a otros!, y ellos te ayudarán, cuando la ayuda sea necesaria.

Vivimos en una era turbulenta, en la que los rápidos cambios en tecnología causan la crisis de los antiguos valores y de la estructura familiar tradicional, de la que resulta gran perturbación psicológica. La gente busca desesperadamente respuestas. Pero este periodo es también una era afortunada, como la era de Cristo y de Buda, puesto que entre nosotros, en pleno siglo XXI, tenemos la presencia de Osho que nos dice: “Las puertas del templo están abiertas de par en par; para conocer, ver y oír, basta que le abramos nuestro corazón”.

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