Una nueva técnica frustra el camuflaje de
los tumores

El cáncer es un duelo de ingenio entre tumor y organismo. El sistema inmune detecta células cancerígenas por las proteínas características de su superficie y envía linfocitos para destruirlas. El tumor responde secretando enzimas que le arrancan las proteínas superficiales y así sigue creciendo desapercibido. Pero en la guerra todo vale. Investigadores del Dana-Farber Cancer Institute y Harvard Medical School (EE UU) han desarrollado anticuerpos que se adhieren a estas proteínas características para impedir su degradación. Con los anticuerpos adjuntos, los tumores no pueden deshacerse de las moléculas que los delatan y caen presa de las células inmunes.

En ratones con varios tipos de cáncer, incluidos melanomas y de pulmón, este tratamiento con anticuerpos ha tenido éxito en promover la infiltración de linfocitos NK (también llamados células asesinas) en los tejidos afectados y frenar el crecimiento de tumores y metástasis, según informa esta semana la revista Science. Los anticuerpos están diseñados para acoplarse a las proteínas superficiales por el lugar exacto donde se llevaría a cabo su escisión, pero al mismo tiempo no interferir en el reconocimiento de las mismas por las células asesinas. Una vez se refinen para evitar efectos secundarios en humanos, podrían emplearse para desarrollar una nueva clase de inmunoterapias contra el cáncer.

“Muchas terapias inmunes aprovechan el sistema adaptativo, que se basa en el reconocimiento de antígenos tumorales por las células T”, explica Eduard Batlle, del Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona, que no participó en este estudio. “Pero lo que se describe en este artículo es parte del sistema innato”, añade. Las proteínas superficiales estudiadas, MICA y MICB, no son antígenos, las moléculas extrañas al cuerpo que delatan a los patógenos. MICA y MICB aparecen naturalmente en células propias del organismo que están dañadas por estrés fisiológico, infección vírica o cáncer, para señalizar al sistema inmune innato que deben ser destruidas. La eliminación es por ruptura de las membranas, una tarea que llevan a cabo las células asesinas después de acoplarse a las proteínas diana de sus víctimas mediante un receptor molecular muy preciso.

El estudio “está muy bien hecho”, asegura Batlle. Aunque MICA y MICB son propias de los primates, los investigadores pudieron estudiar su papel en la evasión de los tumores mediante la creación de ratones “humanizados”. A estos animales se les insertan los genes humanos relevantes para la producción de las proteínas, aprovechando que su propio genoma crea células asesinas con receptores moleculares análogos a los de los simios, capaces de detectar los componentes superficiales.

Los científicos Adelheid Cerwenka de la Universidad de Heidelberg (Alemania) y Lewis Lanier de la Universidad de California (EE UU), ajenos a esta investigación, sugieren en una nota adjunta al estudio que la nueva inmunoterapia podría estimular una respuesta inmune adaptativa contra determinados tumores, además de la respuesta innata. En humanos, el receptor molecular de las células asesinas también está presente en las células T citotóxicas, un tipo de linfocito que lleva a cabo funciones similares a las NK pero que responde, sobre todo, a antígenos. Los investigadores afirman que la combinación de los anticuerpos nuevos con otras inmunoterapias podría aumentar tanto la potencia de la respuesta inmune como la diversidad de tumores vulnerables.

Sin embargo, cualquier aplicación clínica deberá tener en cuenta primero la posibilidad de efectos secundarios, ya que algunos tejidos como el intestino producen y se despojan de MICA y MICB en condiciones de buena salud. “Hay células normales que secretan enzimas para degradar estas proteínas y suprimir el sistema inmunitario”, señala Batlle. El anclaje excesivo de las moléculas superficiales con anticuerpos podría causar una respuesta inmune exagerada, como inflamación de los órganos.

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Qué se siente al recibir un diagnóstico de
autismo siendo adulto


Darko Díaz y su pareja, Cristina Paredero. Ambos tienen diagnosticado síndrome de Asperger.  ILUNION

Tiene unos circuitos distintos a los nuestros, este hijo mío. No le gustan los ruidos, ni los lugares oscuros, ni que los extraños le toquen la cabeza. Son los primeros versos del poema escrito por una madre acerca de su hijo de 11 años con síndrome de Asperger.

Sophie Billington explica que el cerebro de su hijo Tristan funciona de otra manera: “Ve al momento un patrón, una disposición, la solución a un acertijo”, pero “el mundo juzga” y “ve solo las explosiones y las reacciones excesivas”. Parece que el poema impactó a los lectores, y se hizo viral cuando la autora lo subió a Facebook.

Aunque el autismo se diagnostica principalmente en la niñez, cada vez más adultos descubren que también ellos lo tienen. Esta cuestión, el diagnóstico ya en la edad adulta, salía a la luz recientemente cuando el fotógrafo naturalista y presentador de televisión Chris Packham hacía públicas sus experiencias.

Aproximadamente al 1% de la población adulta se le ha diagnosticado espectro autista, y en la actualidad se está diagnosticando autismo en mucha mayor medida que antes. Aún así, en general, se sigue prestando más atención al autismo en bebés, niños y jóvenes.

Pero el hecho de que el autismo pueda definirse como un trastorno crónico del neurodesarrollo –caracterizado por diferencias en la comunicación social y en la interacción con personas y con la sociedad en general– lo convierte en un término que describe a personas de todas las edades.

No solo para niños

En la actualidad hay en Reino Unido 700.000 personas a las que se les ha diagnosticado autismo de uno u otro tipo. Pero, naturalmente, puede haber muchas más que cumplan los criterios del autismo aunque no se les haya diagnosticado.

Estas personas no habrán recibido la atención, las prestaciones, la ayuda ni el asesoramiento que se ofrece a las personas a las que sí se ha diagnosticado. Por el contrario, es muy posible que los juicios acerca de su comportamiento les hayan causado marginación, ansiedad, inseguridad y dudas respecto a quiénes son y cómo encajan en la sociedad.

La enfermedad mental puede también ser más común entre las personas situadas en el espectro del autismo, que experimentan tasas más altas de depresión y trastornos de ansiedad. Estos problemas pueden derivar en gran medida de las experiencias de acoso, tanto en la familia como en el lugar de trabajo, y del hecho de que los consideren “un poco raros”.

También hay que tener en cuenta que las definiciones del autismo han cambiado desde 2013. Ahora, el síndrome de Asperger, uno de los subtipos de autismo, ya no se diagnostica por separado como antes, sino que se incluye en los “trastornos del espectro autista”. Esto puede hacer que algunos adultos se sientan marginados e inseguros acerca de qué significa de hecho su diagnóstico, así como sobre la ayuda que pueden recibir.

El diagnóstico ya de adulto

Es probable que algunas de las personas que reciben el diagnóstico en la edad adulta hayan encontrado ya formas de soportar y afrontar la discriminación y los estereotipos.

Pero no siempre es así. Algunos adultos con autismo siguen luchando a diario por encajar en su vida cotidiana. Y quizá también les resulte verdaderamente difícil encontrar trabajo, conocer personas nuevas y establecer relaciones personales.

La página digital del Servicio Británico de Salud resalta que es positivo recibir el diagnóstico de autismo siendo ya adulto, presumiblemente porque eso permitirá a la persona recibir apoyo, atención y prestaciones. Otra cosa es en qué medida recibirá de hecho esta ayuda adicional. Y dadas las tasas cada vez más elevadas de diagnóstico de autismo en niños y jóvenes, los adultos que lo descubren cuando son más mayores seguramente tendrán dificultades para acceder a la ayuda que realmente necesitan.

Celebremos las diferencias

Incluso cuando se les refiere a una consulta especializada para evaluar su autismo, es probable que los adultos sufran prolongadas esperas y procedimientos, y que deban escuchar un lenguaje clínico que puede malinterpretarse, y que puede también tender a centrarse en el déficit y no en las aptitudes del autista, como la creatividad, la pericia y los talentos.

Por lo tanto, es probable que quienes reciben un diagnóstico de autismo ya de adultos sigan experimentando problemas de salud mental, así como el estigma, el prejuicio y la discriminación asociados con las personas con discapacidades en el aprendizaje.

Hay, por supuesto, muchos puntos de vista distintos a la hora de interpretar el autismo, ya sea desde una perspectiva puramente médica, o desde una perspectiva social que tenga en cuenta factores culturales y políticos.

Pero en lugar de verlo como una carencia o algo “que no es normal”, debemos verlo como una forma de reflexionar acerca de lo diferentes que somos las personas. Porque, después de todo, la diferencia nos sirve para aprender más, conseguir más y añadir más sustancia al día a día de la vida en sociedad.

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