Nanomedicina para destruir las células de leucemia resistentes a terapias convencionales

Una investigación ofrece un enfoque prometedor para reducir los efectos secundarios de los tratamientos convencionales de la leucemia aguda promielocítica y mejora el alcance del tratamiento

Un trabajo en el que ha participado el grupo liderado por Isidro Sánchez, del Centro de Investigación del Cáncer (centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca), y que ha sido publicado en la revista Nature Communications demuestra que las células de leucemia resistentes a terapias convencionales y que residen en lugares protegidos pueden ser destruidas mediante nanomedicina. La investigación ofrece un enfoque prometedor para reducir los efectos secundarios de los tratamientos convencionales de la leucemia aguda promielocítica y mejora el acceso del tratamiento a las células de leucemia resistentes.

La aplicación de nanotecnología puede reducir los efectos secundarios de los fármacos, de hecho, está siendo empleada para diseñar nuevos tratamientos en diversos tipos de cáncer. La diferenciación de células de leucemia es una estrategia terapéutica empleada con frecuencia en la clínica para erradicar el cáncer de la sangre. La concentración del agente utilizado para inducir la diferenciación de la célula de la leucemia es una variable importante para el éxito de este enfoque terapéutico. También es importante controlar una segunda variable el control espacio-temporal de su aplicación.La inducción de la diferenciación de células de leucemia por ácido retinoico es una estrategia terapéutica que ha tenido gran éxito en el tratamiento de leucemia aguda promielocítica. A pesar de su eficacia terapéutica, aproximadamente el 25% de los pacientes sufre recidiva con complicaciones.

Por esta razón se está investigando para evitar efectos secundarios. Además, las células de leucemia resistentes residen en nichos que son difíciles para acceder mediante las intervenciones terapéuticas. Por todo ello, es necesario avanzar en estas estrategias que solventen estas dificultades.El trabajo presentado parte de la hipótesis que las nanopartículas cargadas con ácido retinoico poliméricos inducibles por la luz puede ser una estrategia más efectiva para diferenciar células de leucemia. Así, se describe cómo dichas nanopartículas son capaces de acumularse en el citoplasma de las células de la leucemia durante varios días, y se desensamblan dentro de las células después de la activación de la luz. Además, mediante esta investigación se permitirá avanzar para diferenciar las células tumorales ubicadas en los nichos protegidos.

Por ello, con el resultado de esta investigación se ofrece una estrategia prometedora tanto para controlar las poblaciones de células distintas como para modular remotamente dichos nichos leucémicos.

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Un imán capaz de albergar una estrella

Todavía hay que construir otros 17, pero el primer imán del reactor de fusión nuclear ITER ya es una realidad. Mide lo que un edificio de cuatro pisos y pesa lo que un Boeing 747, y cuando esté con sus compañeros, formando un anillo de 18 imanes, será capaz de contener una estrella: un trozo de materia donde reina la fusión entre pares de átomos de hidrógeno (cada uno con un protón), para generar átomos de helio (dos protones) y un montón de energía limpia e inagotable. La previsión de sus gestores es que el ITER esté en marcha en 2025. Si lo consiguen, será la mayor revolución energética desde el descubrimiento del fuego, y mucho menos contaminante que él. Ya era hora de que los Homo sapiens nos pusiéramos al día. El fuego lo inventó el Homo erectus, en una humillación prehistórica.

De Freeman Dyson a Michio Kaku, los físicos han calculado que la energía solar es el único futuro posible. Todas las reservas de combustibles fósiles (y de uranio) que quedan en el planeta no suman más que la energía que nos llega del Sol en un año. Incluso los combustibles fósiles son energía solar, solo que en diferido. Fue el Sol quien alimentó la construcción de aquellos cuerpos vegetales y microbios que ahora recuperamos del subsuelo en nuestras plantas petrolíferas. El problema, naturalmente, es que no sabemos aprovechar toda esa energía solar que llega a nuestro planeta. Y, aun cuando aprendamos a usarla, eso no será más que una mínima fracción de lo que emite nuestra estrella. De ahí la esfera de Dyson, que este físico ideó para capturar todo fotón que escape del Sol, mediante un enjambre de satélites que lo rodee y nos trasmita su energía a la Tierra. Nuestro futuro depende de la energía solar.

Pero hay otra forma de usar la energía solar, y es imitarla en la Tierra. La razón por la que el Sol brilla y emite energía es la fusión nuclear: la combinación de dos átomos de hidrógeno para producir uno de helio que mencionamos antes. La energía nuclear actual es de fisión: consiste en romper los átomos de uranio o plutonio, que son enormes a las escalas atómicas, generando unos residuos radiactivos de larguísima duración que suponen una hipoteca para las generaciones futuras. La energía nuclear de fusión, por el contrario, es limpia –ni emite dióxido de carbono ni genera residuos radiactivos de larga duración— y su fuente es virtualmente inagotable, porque será el agua del mar.

Mientras no sepamos aprovechar la energía del Sol, la mejor solución será imitarla en tierra firme. Solo faltan ocho años, y ya tenemos el primer imán.

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