Justo antes de la civilización

Los nuevos hallazgos del templo de Göbekli Tepe, en el sur de Turquía, plantean enigmas irresistibles sobre los albores del neolítico

La curiosidad es el verdadero motor de la ciencia. Y lo que más la excita es un misterio, algo que no cuadra con lo que sabemos, o que no podemos explicar con el estado actual del conocimiento. De ahí que el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe, en el sur de Turquía, lleve décadas intrigando a los arqueólogos, y que lo siga haciendo hoy mismo.

Esa fecha es interesante en sí misma, porque precede por muy poco, o incluso solapa, con las primeras domesticaciones de plantas de cultivo y animales de granja, y por tanto con el origen del neolítico y de la civilización que conocemos. Los constructores de Göbekli Tepe, sin embargo, no eran agricultores neolíticos, sino cazadores-recolectores como todos los anteriores humanos modernos. ¿Qué hacían allí, no muy lejos de la Mesopotamia que vio nacer la agricultura en Oriente Próximo? ¿Para qué diseñaron y construyeron esa geometría insólita en su época? Misterio, el motor de la ciencia.

Los evolucionistas y los historiadores son adictos a las transiciones, esos cortos periodos en que las cosas cambian con relativa rapidez, respecto a las interminables eras anteriores y posteriores en que las cosas no cambian mucho, a decir verdad. Las transiciones se suelen llamar “revoluciones” en la historiografía, y “puntuaciones” en la biología evolutiva. Los eones de aburrimiento se llaman estabilidad y estasis en las mismas dos disciplinas. Pero, cuando un estudioso percibe esa pauta inesperada, con empujones súbitos y equilibrio duradero, es lógico que se pregunte por las razones del cambio, y se interese por saber qué ocurrió en las transiciones.

El origen del neolítico es una de las transiciones clásicas del género, y está justo a caballo entre la prehistoria y la historia, pues fue la invención de la agricultura lo que permitió a las poblaciones humanas crecer en demografía, asentarse en el espacio y formar las primeras sociedades con división del trabajo, estructuras administrativas, un funcionariado que probablemente inventó la escritura y, en fin, lo que entendemos ahora por civilización. Esta gran innovación no es exclusiva de Oriente Próximo, pues cosas similares ocurrieron en la Sudamérica y China neolíticas. Pero los orígenes de la agricultura, hace justo unos 12.000 años, están mejor documentados en el Creciente Fértil.

¿Qué hacían allí entonces aquellos cazadores-recolectores de Göbekli Tepe justo antes de la gran revolución de todos los tiempos? ¿Un templo? Quizá fuera algo más que eso, piensan los arqueólogos, algo como un centro de convenciones tardo-paleolítico. Su mundo estaba a punto de extinguirse, y lo hizo solo tres milenios después.

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La misteriosa religión que veneraba cráneos humanos hace 11.500 años

El hallazgo de tres cráneos humanos con marcas rituales acaba de arrojar algo de luz en las prácticas religiosas en Göbekli Tepe, una enigmática construcción megalítica considerada el primer templo que se conoce.

Erigida hace 11.500 años en el sureste de Turquía, esta edificación tiene varias estancias circulares con dos grandes pilares en el centro que representan figuras humanas rodeadas por otras de menor tamaño, todas mirando hacia el interior del círculo. Los pilares están decorados con animales amenazadores como leones, zorros y escorpiones. Sus constructores fueron cazadores y recolectores nómadas que, por razones totalmente desconocidas, decidieron establecerse en este lugar y levantar los templos, con pilares que alcanzan los cinco metros y pesan unas seis toneladas. No se sabe cómo lo hicieron, pero hasta ahora no se han encontrado rastros de viviendas ni tumbas en los alrededores, ni ningún rastro de animales domésticos o cultivos.

“Estos cazadores estaban en una época de transición, se asentaron aquí cuando aún no se había inventado la agricultura”, explica Lee Clare, coordinador de las excavaciones en Göbekli Tepe. “Este yacimiento es tan importante porque nos muestra los símbolos, las imágenes y la arquitectura del primer edificio monumental construido por el hombre y nos permite intentar comprender su visión del mundo”, resalta.

El equipo de Clare ha encontrado fragmentos de tres cráneos con hendiduras profundas y un agujero abiertos en el hueso con herramientas de piedra. Las marcas fueron hechas poco después de la muerte y posiblemente servían para pasar cuerdas para sostener las mandíbulas. El agujero permitía colgar el cráneo como “decoración ritual”, explica Clare. En un estudio publicado hoy en Science Advances, Clare mantiene junto a dos de sus colegas en el Instituto de Arqueología de Alemania que este tipo de uso ritual de los cadáveres es similar al de otros yacimientos Neolíticos donde se exhibían los restos de personas prominentes o de enemigos poderosos y que los antropólogos conocen como “culto de la calavera”, aunque el de Göbekli Tepe presenta características únicas.

Klaus Schmidt, el arqueólogo que descubrió el yacimiento en 1995 y que dirigió las excavaciones hasta poco antes de su muerte en 2014, mantenía que Göbekli Tepe era una catedral primitiva a la que las tribus nómadas peregrinaban desde decenas o cientos de kilómetros a la redonda para realizar rituales. Su opinión era que este templo era la prueba de que la religión surgió antes de las primeras sociedades organizadas en torno al poder militar y religioso.

Para Clare, el culto en Göbekli Tepe “no era una religión propiamente dicha, porque esto requiere una estructura y una sociedad con clases que aún no existía en aquel momento”, aunque sí pudo ser el germen de una sociedad compleja. “Construir este lugar requirió un importante trabajo comunal y después sirvió como un punto de encuentro donde posiblemente la gente intercambiaba información, conocimiento o incluso resolvía sus conflictos de forma pacífica”, aventura. “Probablemente no estamos solo ante el primer templo del mundo, sino también ante el primer lugar social”, añade.

Hace 8.000 años, Göbekli Tepe fue abandonado y posiblemente enterrado hasta formar una colina. En 1995 Schmidt descubrió el templo y comenzó la excavación, que lleva ya en marcha más de dos décadas. En 2008 el arqueólogo dijo que probablemente solo se ha descubierto el 5% de todas las construcciones existentes. Hay trabajo para 50 años más, contó a la revista Smithsonian.

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