El rabino Abrahán había llevado una vida ejemplar.  Y
Cuando le llegó la hora, dejó este mundo rodeado de la
Veneración y el afecto de su congregación, que había
Llegado a considerarle como un santo  como la principal
Causa de todas las bendiciones que todos ellos habían
Recibido de Dios.

Y algo parecido sucedía en “la otra orilla”, donde los
Ángeles salieron a recibirlo con exclamaciones de alabanza.
Pero, en medio de todo aquel regocijo, el rabino, que
Parecía un tanto afligido y como retraído, conservó la
Calma y se negó a ser agasajado. Finalmente, lo
Condujeron ante el Tribunal, donde se sintió rodeado de
 Una infinita y amorosa benevolencia y oyó una Voz que le
Decía con infinita ternura: “¿Qué es lo que te aflige, hijo
Mío?”.

“Santo entre los santos”, respondió el rabino, “yo soy
Indigno de todos los honores que aquí se me tributan. Aun
Cuando fuera considerado como un ejemplo para la gente,
Tiene que haber algo malo en mi vida, porque mi único
Hijo, a pesar de mi ejemplo y de mis enseñanzas, ha
Abandonado nuestra fe y se ha hecho cristiano”.

“Eso no debe inquietarte, hijo mío. Yo comprendo
Perfectamente cómo te sientes, porque tengo un hijo que
Hizo exactamente lo mismo”.