Un anciano rabino se hallaba enfermo en la cama y, junto
A él, estaban sus discípulos conversando en voz baja y
Ensalzando las incomparables virtudes del maestro.

“Desde Salomón, no ha habido nadie más sabio que él”,
Dijo uno de ello. “¿Y qué me decís de su fe? ¡Es
Comparable a la de nuestro padre Abraham!”, dijo otro.
“Pues estoy seguro de que su paciencia no tiene nada que
Envidiar a la de Job”, dijo un tercero. “Que nosotros
Podamos saber, sólo Moisés podía conversar tan
Íntimamente con Dios”, añadió un cuarto.

El rabino parecía estar desasosegado. Cuando los
Discípulos se hubieron ido, su mujer le dijo: “¿Has oído los
Elogios que han hecho de ti?”

“Los he oído”, respondió el rabino.

“Entonces, ¿por qué estás tan inquieto?”

“Mi modestia”, se quejó el rabino. “Nadie ha mencionado
Mi modestia”.

Fue verdaderamente un santo el que dijo:
“No soy más que cuatro paredes desnudas y huecas”.
Nadie podría estar más lleno.